Entrevista al artista Blanco Buría: «Al final es el espectador el que construye el sentido de las obras»

Hace apenas un mes que Blanco Buría –nombre artístico de Nacho Suárez Blanco (Avilés, 1985) – inauguraba su última exposición ‘Álbum Graso’ en la primera planta del Palacio de Avilés, tiempo más que suficiente para que este artista haya tanteado la acogida de la muestra, cuya recepción por parte del público ha sido muy positiva. Con la intención de conocer estas reacciones y charlar con él sobre su taller, su labor como docente y el ambiente artístico que se mueve en Avilés nos hemos acercado hasta su estudio, ubicado en la actualidad en la calle Juan Ochoa número 14.

– ¿Qué tal ha sido la recepción de esta muestra por parte del público? ¿Qué opiniones le han llegado durante el mes que lleva expuesta?

– Las críticas que he recibido las considero buenas, porque al final ha habido gente muy distinta a la que le gustaban diferentes obras. He notado que en esta exposición no hay favoritos y yo creo que eso es positivo. También hay mucha gente que vio una historia en los cuadros, puede ser que porque algunos personajes se repetían; en realidad no hay ninguna historia, pero también está bien que la hayan visto. Al final es el espectador el que construye el sentido de las obras.

– ¿Cuál es el criterio que sigue para decidir qué obras van a formar parte de sus exposiciones?

– Me gusta exponer lo último que he hecho porque lo que busco es ver si funciona fuera. Necesitaba ver si estas obras se entendían o no. En el taller hay cosas que funcionan pero porque el propio espacio te lo arropa y tus cuadros explican el cuadro que acabas de hacer, pero cuando lo llevas a una colectiva o a un espacio que no tiene nada que ver contigo es cuando realmente ves si el cuadro cumple su cometido.

– En esta ocasión la temática de la muestra es hacer un recorrido por recuerdos familiares en los que todo el mundo se pudiera identificar, o esa era un poco la intención.

– Sí. Tenía ya varios cuadros pintados con el tema del álbum personal familiar. Son recuerdos intemporales, de hecho algunos cuadros se basan en fotografías modernas y otras más antiguas, y en ocasiones hay mezcla de varias. Ni siquiera son momentos importantes, son más bien momentos cotidianos y anodinos. Yo soy bastante ecléctico trabajando, me gusta que en un cuadro convivan distintos estilos pero siempre al servicio de que la imagen funcione.

«Me gusta exponer lo último que he hecho porque lo que busco es ver si funciona fuera. Necesitaba ver si estas obras se entendían o no»

– Cuando hablamos por primera vez de su trabajo le dio un peso muy importante a la labor docente que lleva desarrollando desde hace ya quince años. ¿Qué es lo que significa para usted dar clases de arte?

– Dar clases enriquece muchísimo. Tengo alumnos que llevan conmigo desde el principio y que ya son artistas, que exponen y tienen sus trabajos de galerías. En parte, tú también te vas formando al mismo tiempo. Por otro lado, los niños hacen que te replantees todo y te lo pasas muy bien dando clase con ellos. Tienen un pensamiento estético súper sensible; no es lógico, no es práctico: es estético. Y nosotros ese tipo de pensamiento lo vamos perdiendo porque tal y como está estructurada nuestra sociedad, desde pequeños nos meten en la cabeza que eso es inútil. Es una pena, porque al campo de la sensibilidad nunca se le ha dado mucho peso en la educación.

– ¿Y esa dicotomía entre ser un autor con trabajo propio y ser un profesor de arte, cómo la lleva?

– A veces cuando das clases piensas que puede ser contraproducente porque el público te puede encasillar. En la pintura vas buscando tu lenguaje, que éste cada vez sea más personal, más singular… En la docencia, en cambio, aprendes muchas técnicas para poder dar clase a cualquier tipo de alumno. Es verdad que cuando empecé a dar clases allá por el 2009 me replanteé muchas cosas porque en estos casos siempre existe una lucha: no imponer el autor a los alumnos y que el aprendizaje no te contamine en el estudio. Ese equilibrio es complicado los primeros años pero ahora ya no hay problema, en parte porque también he alcanzado mi madurez como pintor.

– Brevemente y para terminar, ¿cómo ve el sector del arte en Avilés? ¿Hay cantera?

– Yo en el sector artístico de la ciudad metería más caña. Hay, por ejemplo, poco gestor cultural. Artistas en Avilés hay muchos y muy buenos, lo que pasa es que no son conocidos o no se mueve su trabajo, aunque estén produciendo. Los que estamos dentro del gremio siempre buscamos mejorar y todo lo que se haga bienvenido está, claro. Hay espacios en Avilés en los que se podría hacer de continuo muchas más cosas; se me ocurre, por poner un ejemplo, un espacio como el de la Antigua Pescadería. Está en una zona perfecta y sería ideal que ahí siempre hubiera obras expuestas.

«Al campo de la sensibilidad nunca se le ha dado mucho peso en la educación»