Entrevista a la escritora Elia Barceló: «El argumento del monstruo siempre está presente»

Elia Barceló (Elda, Alicante, 29 de enero de 1957) es una antigua conocida del Festival Celsius 232. Considerada una de las escritoras más importantes de la literatura de género en lengua castellana, la autora hace memoria y recuerda, al menos, unas seis visitas previas a un festival que ella califica como «abierto y acogedor, donde la gente está encantada de recibirnos».

Con más de una treintena de novelas publicadas tanto para público adulto como juvenil, Elia Barceló ha estado en la última edición del Celsius 232 para presentar su reciente obra El síndrome Frankenstein. Desde el blog de Palacio de Avilés no hemos querido dejar pasar la oportunidad de hablar con ella sobre interesantes temas como el concepto de «monstruo» o los prejuicios sobre la literatura juvenil y de género fantástico.

– Usted es ya una habitual del Celsius. ¿Qué tiene este festival para haber repetido durante tantas ediciones?

– Yo creo que lo más interesante del Celsius es justamente la masa crítica que consigue crear. Cuando venimos, los autores siempre nos sentimos en un lugar muy abierto y muy acogedor donde la gente está contenta de recibirnos. Propicia la unión de la mentalidad abierta y progresista de Avilés con la mentalidad abierta y progresista de una gente que ama un género que está hecho para eso, para abrir mentes. La verdad es que yo en Asturias siempre me he sentido muy acogida. Llevo 27 años viniendo a la Semana Negra y me sorprendo cada año, porque es una comunidad de gente fantástica y muy solidaria.

Foto: Pau Sanclemente

– A usted siempre le gusta recalcar que no hace distinciones entre lo que escribe para adultos y para jóvenes, que todas sus novelas pueden ser leídas y disfrutadas a cualquier edad.

– Es algo de lo que me di cuenta muy pronto: yo no hago diferencias cuando escribo. La mayor parte de padres y madres conscientes de su papel se han leído mis libros juveniles antes que sus hijos para tener un mínimo control parental y me he fijado en que, a través de estos libros, se han pasado a los que publico para público adulto porque les ha gustado mi estilo. Para mí es muy bonita esta forma de mezclar a estos dos tipos de lectores.

– En el 2020 le fue concedido el Premio Nacional de Literatura Infantil y Juvenil, entre otros muchos en su haber. ¿Cree que existen todavía ciertos prejuicios hacia la literatura hecha para este tipo de público, como si esta fuera un género menor?

– Mucha gente sí tiene este tipo de recelo hacia la literatura juvenil. Tienen la estúpida idea de que los jóvenes son adultos tontos y no, los niños y jóvenes son niños y jóvenes. Tienen menos experiencia del mundo, menos experiencia lectora, pero muchas veces son más inteligentes que los adultos.

– ¿Podríamos tal vez compararlo con el recelo que algunos sienten hacia la literatura fantástica? Existe cierto sector que se consideran a sí mismos «lectores serios» y que miran un poco a estos géneros por encima del hombro…

– A mí lo que me llega al alma es cuando alguien te dice que no lee fantasía porque le parece un género menor y luego, cuando le preguntas qué tipo de lecturas ha tenido, muchas veces te confiesan que no han leído nada del género. Eso es un reducto de los críticos del siglo XIX y principios del XX, que tenían la idea de que solo el realismo es válido y que cualquier cosa que no te pueda pasar un día normal no merece la pena pasar a la literatura. Pero piensa por ejemplo en la Odisea, una de las obras fundacionales de nuestra literatura: todo lo que pasa en ella son cosas que no son cotidianas. Normalmente no te sueles encontrar con un cíclope cuando vas a comprar el pan (risas). Sin embargo, nadie piensa que la Odisea sea por eso menos importante.

Foto: Pau Sanclemente

– Viene a esta decimotercera edición del Celsius a presentar El síndrome Frankenstein, continuación de El efecto Frankenstein. Quisiera profundizar con usted en la figura del ‘monstruo’, que siempre ha sido uno de los grandes temas de la literatura universal. ¿Por qué nos atrae tanto este concepto de lo monstruoso?

– El tema del monstruo nunca se agota porque constantemente, en cada generación, se tematiza. Por poner un ejemplo, en todos los colegios sabes que siempre hay una o dos personas que no son como todos, lo que se conoce como «el raro». Y desgraciadamente, pasar de ahí a monstruo es muy fácil. Los niños suelen ser bastante malvados hasta que los educamos un poco y al menos disimulan mejor. Por eso, el argumento del monstruo siempre está presente. El monstruo es el que no es como nosotros, el que es distinto, y por ser distinto ya lo ponemos en el cajón de lo malo, de lo peligroso, de lo que hay que destruir. Hoy en día se dan cada vez más problemas de acoso y de abusos, y esto que estamos comentando está en la raíz de todo: el que es un poco diferente es el enemigo, al que hay que atacar, y por eso es muy importante que tratemos el tema del monstruo y que expliquemos que todo el mundo tiene derecho a ser diferente, a ser quien es. Ni somos todos iguales ni lo podemos ser, ni lo debemos ser. Pero cuesta, cuesta mucho cambiar las mentalidades…

– Viendo la gran cantidad de gente que se acerca cada año al Celsius, podemos afirmar que el género fantástico goza de una salud envidiable. ¿Qué cree usted que aporta este tipo de literatura para atraer a tantos lectores?

– A mí lo que más me gusta de los géneros fantásticos es que te planteas cosas que no son los temas de siempre, pero son temas que están casi ahí o a punto de llegar. Y siempre me ha parecido interesante prepararme para las cosas que tal vez puedan ocurrir y pensar: “Si este desarrollo continúa de esta manera, a dónde vamos a llegar”. Porque en mi inocencia creo que, si uno reflexiona sobre ello, a lo mejor puede tomar las decisiones correctas antes de que pasen ciertas cosas horribles…

«El que es un poco diferente es el enemigo, al que hay que atacar… Por eso es muy importante que tratemos el tema del monstruo y que expliquemos que todo el mundo tiene derecho a ser diferente, a ser quien es. Ni somos todos iguales ni lo podemos ser, ni lo debemos ser»