Nos citamos con Juan Echanove (Madrid, 1961) y María Galiana (Sevilla, 1935) una soleada mañana de jueves en el Patio Barroco del Palacio de Avilés. Es el día previo al estreno absoluto en el Palacio Valdés de ‘La reina de la belleza de Leenane’, en la que Echanove ejerce como director y Galiana interpreta a una de las protagonistas, Mag Folan. Enseguida despliegan entre ellos una complicidad tan entrañable como admirable en una profesión con tantos vaivenes como es la del mundo de la interpretación. Y es que ni es la primera vez que trabajan juntos –“He sido su madre ficticia tres veces”, comenta Galiana entre risas- ni desde luego se trata de su primera visita a Avilés. De hecho, Echanove se estrenó en nuestra ciudad como director teatral y nos asegura que aquí se siente como en casa. “A mí ya no me preguntan si me gusta Avilés. Saben que soy de aquí”, afirma, convencido.
– Quisiera empezar preguntando acerca de la elección de esta obra en su vuelta a los escenarios teatrales.
– JUAN ECHANOVE: Cuando piensas en poner en marcha una producción hay muchos parámetros a tener en cuenta. Fundamentalmente, qué motivo hay para hacer la función hoy en día. Yo creo que la obra trata temas muy actuales: la dependencia de los mayores, las expectativas de vida de las personas que tienen a su cuidado a estos mayores, la enfermedad mental que puede provocar, como el síndrome del cuidador. Gente exhausta, violencia familiar… Lo que te cuenta Martin McDonagh en ‘La reina de la belleza…’ es la realidad existencial que sufren una madre y una hija en un confín en el límite del mundo. Estamos hartos de oír lo de la España vaciada, lo de los pueblos desasistidos. No hay más que viajar para darte cuenta. Pero también hay veces que el confín del mundo está en una ciudad llena de gente. Puedes encontrar a personas que viven en el confín del mundo en Nueva York. Porque la soledad, el aislamiento, la falta de expectativas son de una tristeza infinitas… Cuando Martin McDonagh irrumpe como dramaturgo a finales del siglo XX lo hace con un ‘teatro de la crueldad’ donde no hace más que mostrar las cosas como son; no adjetiva, es muy crudo: lo que cuenta es lo que hay. Por eso te obliga a un tipo de puesta en escena en la que los intérpretes no utilicen retórica y donde se busca que sientan las emociones de verdad, que el espectador pueda palparlas. En definitiva: que les duela, que no concedan. En su día pensé en María Galiana para el papel porque es una persona muy importante en mi vida. Tengo con ella una relación existencial y vital que va mucho más allá de la profesión.
«Puedes encontrar a personas que viven en el confín del mundo en Nueva York. Porque la soledad, el aislamiento, la falta de expectativas son de una tristeza infinitas…»
– Un papel que, por otro lado, es todo lo contrario al personaje con el que se coló en los hogares españoles durante más de veinte años: el de la abuela Herminia de ‘Cuéntame’.
– MARÍA GALIANA: Sí, no tiene nada que ver uno con el otro. Aunque realmente Herminia no es un personaje que yo haya tenido que crear, en el sentido de que no me he tenido que esforzar para hacerlo. Eso no es una interpretación; simplemente, mi aspecto físico correspondía muy bien y daba el personaje, de hecho yo no tuve que hacer ningún casting. Eso ha calado durante veintitantos años porque la gente me relacionaba siempre con la idea que todo el mundo tiene de lo que es una abuela en España. Y no es por encasillarme, pero ahora que acabó ‘Cuéntame’ ya me han llamado de multitud de sitios para que haga de “la abuela”. Hace poco me ofrecieron también una película en la que, de nuevo, tenía el papel de abuela. ¡No, hombre, no! Ahora mismo lo que quiero es hacer teatro. Y aunque ya tenga una edad, lo que quiero es interpretar personajes diferentes. Por eso estoy encantada haciendo ‘La reina de la belleza de Leenane’ y lo que venga.
– Ustedes han visitado varias veces Avilés, así que han vivido en carnes propias la gran afición que hay en esta ciudad por el teatro. Y como también sabrán, es de destacar que el Palacio Valdés acoge todos los años un gran número de importantes estrenos nacionales.
– M.G: A mí me parece una cosa excepcional, porque pocas ciudades habrá en España con esta población que tengan esta programación, este teatro y tantísimos espectadores aficionados. Cuando lo comento fuera la gente se sorprende. Avilés es un sitio absolutamente querible para los actores. A mí me da mucha alegría y mucho entusiasmo el hecho de venir aquí a estrenar porque sé que siempre voy a ser bien recibida. Y lo cierto es que el Palacio Valdés programa algunas de las mejores funciones que se están haciendo hoy en día en este país.
– J.E: Lo bueno que tiene Avilés, aparte de que tiene una platea muy instruida en el teatro, es que además cuando estás haciendo un estreno te permiten una semana de residencia en la que matizas todo el espectáculo; todos los matices de la obra surgen de este teatro. Y aquí te das cuenta de que las dimensiones y el equipo técnico y administrativo del Palacio Valdés son algo superior. Trabajar aquí se ha convertido en algo muy agradable. Y luego por supuesto está Antonio Ripoll, programador del teatro y que trae todos estos títulos en los que ha arriesgado muchísimo. Es muy bueno, un gran profesional y es lo que hace que uno prefiera estrenar en Avilés antes que en cualquier otro sitio, aunque ese sitio tenga un teatro de más renombre. Si tú ahora me preguntas: ¿Qué prefieres, estrenar en Madrid directamente o en Avilés? Yo te digo que Avilés. Y luego ya iremos a Madrid o a otros sitios.
– Y si les pido que elijan entre cine, televisión y teatro, ¿qué me dirían?
– J.E: A mí siempre me ha parecido que lo de poder elegir es un lujo en esta profesión. Yo no establezco diferencias entre cine, teatro y televisión, todo depende de lo que me interese el proyecto. Eso sí, tiene que haber algo que me llame la atención. Lo que sí que es cierto es que la televisión y el cine que hacemos hoy en día es prácticamente igual. Para bien y para mal, lo que separa a la ficción televisiva de la ficción cinematográfica es una delgada línea roja. Quitando excepciones muy notables, realmente todos hacemos televisión. En cambio, el teatro tiene otra connotación muchísimo más interesante. Yo ya llevo dirigiendo teatro desde hace muchos años porque me permite poder participar en el proceso creativo. A mí lo que más me interesa del teatro es poder ponerlo en pie. Pero es que a María y a mí no nos gusta no entusiasmarnos, no enamorarnos de las cosas. Yo no he venido al mundo a hacer unas oposiciones a actor, yo no me he ganado ninguna plaza… Esto no lo tenemos seguro, hay que currárselo diariamente, hay que llegar al ensayo esta tarde y dejar el alma porque es nuestra vida, porque hemos decidido vivir así.
M.G: Totalmente. Y porque estamos un poco locos (risas).
J.E: Tú sobre todo (más risas). Si llego a tu edad, a mí no me gustaría seguir trabajando. Pero el tema es que María y yo tenemos una opinión común ante muchas cosas de la vida y eso nos permite hablarnos sin esos tapujos que esta sociedad impone y que no son más que pura hipocresía. Yo detesto profundamente la hipocresía, tanto en las relaciones humanas como en la puesta en escena. Por eso surgió ‘La reina de la belleza’ y no otro título. Vivimos tiempos en los que muchas personas no entienden el mundo en el que están y hay que recurrir a los dramaturgos. No es que ellos te vayan a hacer una descripción del mundo, pero sí que te hacen un zoom sobre determinados aspectos que te hacen entender por qué somos como somos.
«Avilés es un sitio absolutamente querible para los actores. A mí me da mucha alegría y mucho entusiasmo el hecho de venir aquí a estrenar porque sé que siempre voy a ser bien recibida»
– Entiendo también que una de las claves de vuestra apuesta por el teatro es el feedback que recibís del público, esa conexión que surge de la nada entre vosotros y un grupo de desconocidos.
– J.E: En el teatro hay dos momentos muy interesantes: uno es el del proceso creativo que lleva a poder presentar la obra al público, y otro es la presencia y la reacción del público ante la ejecución diaria de la obra. Por poner un ejemplo, el momento cinematográfico es un momento capturado al tiempo y grabado en un soporte que, manipulado de una determinada manera, hace que tú puedas tener una serie de sensaciones. En cambio, el teatro no es un instante de captura: es un momento de vida. Y eso erosiona, afecta e implica a los intérpretes que lo están haciendo, y a todo el equipo técnico y al equipo de dirección que han llegado a la conclusión de que esto ha de ser así porque el sueño que quieres transmitir tiene esta forma y no otra. Muchas veces en el audiovisual hay una intervención artesana que hace que nosotros veamos las cosas con un ritmo, con un tempo… Tiene que ver con una manipulación digital, técnica, electrónica incluso, pero el teatro no. El teatro no es digital, es analógico. El teatro tiene más que ver con la música. Yo creo que la música es el arte de las artes. Si hay algo que nos define como seres humanos es el empleo de la palabra, y cuando la palabra ya no puede en sí más de belleza, cuando la palabra se sublima de belleza, suena. Es decir, se convierte en música, y por eso tiene su propio lenguaje. Hay una cultura, una comunicación a través de los pentagramas. No es que en el teatro haya pentagramas, pero hay unas coordenadas a través de las cuales te puedes mover para intentar sublimar esa belleza de la palabra, para que suene de tal forma que puede llegar a romperte el alma de dolor o a elevarte por encima de las nubes por la belleza de lo lírico, de lo expansivo… Eso es la música, y por eso yo creo que tiene más que ver con el teatro.
– No quiero terminar esta entrevista sin preguntarles su opinión acerca del Palacio de Avilés y su relación con la ciudad…
– M.G: Yo aquí estoy en la gloria, en este hotel se está maravillosamente. Hay muchos sitios recónditos, pequeños rinconcitos donde te puedes ir a leer y a estar tranquila…
– J.E: Hay sitios, como el Palacio de Avilés, a los que les agrada tanto que vayas como a ti que te reciban. Tiene que ver con el edificio, con la ciudad… La gente que trabaja aquí es muy amable y todo son facilidades. Aquí la profesionalidad es una sonrisa. Hay hoteles que se te caen encima, pero no es el caso del Palacio de Avilés. Aquí hay una plantilla que está continuamente pendiente, no te falta de nada y si te pueden solucionar algo, lo van a hacer inmediatamente. Yo siempre me quedo en la misma habitación y es una cosa increíble, pero es que me la conozco palmo a palmo. Pero insisto, lo que hace especial tanto al hotel como al Teatro Palacio Valdés como a la ciudad de Avilés es la calidad humana de la gente. Los edificios siempre son edificios, los teatros son teatros, pero lo que hace que siempre quieras volver a un sitio es la gente que trabaja y que vive aquí. Si este hotel estuviera a un kilómetro del teatro, yo seguiría viniendo.
– Una última pregunta: ¿Qué tal llevan los nervios previos al estreno?
– M.G: Pues a ver, la responsabilidad pesa, pero es cierto que yo nerviosa no me pongo.
– J.E: Yo llevo desde las cuatro de la mañana circunvalando Avilés, andando todo el rato porque en mi cabeza hay cantidad de detalles que tienen que ser cuidados, y qué mejor cosa para repasarlos que caminar por esta ciudad. En Madrid hay mucho ruido, me siento observado… Aquí no. Aquí voy a una cafetería a tomar un café y el que me sirve solo me dice “Hola, buenas”, aunque sepa perfectamente quién soy. En otros sitios se me acercarían diciendo: “¡Qué, Echanove! ¿Qué tal? ¿Te gusta la ciudad?”. A mí ya no me preguntan si me gusta Avilés. Saben que soy de aquí. Y eso me permite una cierta libertad, como por ejemplo que no crean que estoy loco viéndome a las cuatro de la mañana andando por la ciudad, porque ya saben que soy así.
«Lo que hace especial tanto al Palacio de Avilés, como al Teatro Palacio Valdés, como a la ciudad de Avilés es la calidad humana de la gente»
Contáctanos
¿Tienes alguna duda?
Ponte en contacto con nosotros sin ningún tipo de compromiso. Responderemos encantados a todas tus preguntas.
Puedes escribir a través de nuestro formulario de contacto o llamarnos directamente. Estamos a tu disposición.